Nudo Gordiano

La ciudad de Chicago (el estado de Illinois también) ha perdido población desde el último Censo. De hecho, el área de Chicago –que incluye la ciudad, el Condado de Cook y seis condados adyacentes: Lake, DuPage, Will, Kane, Kendall y McHenry – está a punto de perder su rango de tercera región urbana más poblada del país y cedérselo a Houston, Texas.

Hay muchos factores que explican esto. Pese al empuje poblacional derivado de la migración, la ciudad pierde pobladores por otras razones: elevada carga fiscal, falta de empleos en áreas tradicionales como la manufactura y por supuesto el clima, son citados por muchos estudios como los motivos principales de la pérdida poblacional.

El declive es mínimo en números absolutos, pero es constante lo cual crea un reto para las autoridades municipales: generar atractivos para que la población permanezca, ofreciendo por ejemplo incentivos fiscales a las empresas, pero sin perder ingresos. Combine usted esto con el peso casi aplastante de las pensiones municipales y entenderá la dificultad de gobernar una ciudad como la nuestra.

Hay un factor que no cambia, pese al descenso poblacional. El tráfico asfixiante de las carreteras de Chicago. Aunque la ciudad tiene una red de transporte público superior al de urbes de similar tamaño (ni Houston, ni Miami, ni San Francisco, inclusive ni Los Ángeles, que es mucho mayor, tienen una red similar), la extensión de la mancha urbana obliga a muchos residentes a usar automóviles.

Autopistas como la Eisenhower, la Stevenson o la Kennedy suelen estar saturadas y no nada más en hora punta. Desplazamientos que normalmente tomarían 20 minutos o media hora rebasan la hora en casi cualquier día de la semana. Bases de datos excelentes como ZipAtlas nos indican que casi el doble de chicaguenses utilizan el automóvil que aquellos que viajan en los trenes o autobuses de la CTA (al menos nos queda la esperanza que el promedio de viajes en automóvil en Chicago es sensiblemente inferior al nacional, y el promedio de viajes en transporte público es enormemente superior al del resto del país).

La saturación de automóviles obliga a autoridades municipales y estatales a renovar constantemente la red carretera. Y el habitante de Chicago se enfrenta en estos días a una obra pública considerable, la ampliación del Círculo que conecta el centro de la ciudad con las autopistas Eisenhower, Kennedy, Dan Ryan y Stevenson. El Círculo siempre me ha recordado al Nudo Gordiano legendario que Alejandro Magno cortó de un espadazo. No sé si haya un Alejandro Magno chicaguense que pueda hacer lo mismo.

Gordiano o no, ese nudo implica que el tráfico se va a poner peor. Queda armarse de paciencia. U optar, si se puede, si a usted como automovilista le es posible, por la alternativa: el tren, el autobús, la bicicleta, o la caminata dependiendo de la distancia y el tiempo que requiera usted para ir hasta su lugar de trabajo. No todos pueden, pero quienes puedan deberían considerarlo. Es hasta más sano, física y mentalmente.

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